Realizar pequeños cambios en la dieta diaria puede traducirse en grandes beneficios para tu salud física, mental y emocional.
La inmensa mayoría de la sociedad sabe que una nutrición sana y equilibrada es la base para vivir una vida plena a cualquier edad. Pero en muchas ocasiones, por falta de tiempo o desconocimiento, consumimos determinados alimentos que nos alejan de nuestro estado óptimo de salud y bienestar. Sin embargo, lo que muchos ignoran es que introducir pequeños cambios en la dieta reporta enormes beneficios a todos los niveles.
Eso sí, como todos los cambios, estos también pueden resultar abrumadores y no ocurren de la noche a la mañana. Como nos explica Melanie Waxman, experta en Nutrición y Terapias Naturales de SHA Wellness Clinic, “incorporar unos hábitos alimentarios saludables a tu estilo de vida es una parte básica del cuidado personal continuo. Pero no intentes cambiarlo todo de golpe: elige una o dos cosas y trabaja en ellas hasta que se conviertan en algo natural de tu vida diaria. Ser constante y tener paciencia marcan la diferencia”. Para conseguirlo, Melanie nos da ocho consejos.
- Presta atención a lo que comes y bebes. Para ello, lee atentamente las etiquetas de los alimentos y familiarízate con las listas de ingredientes. Además, es muy útil empezar un diario de alimentos en el que apuntes todo lo que consumes a lo largo de la jornada.
- La calidad de los alimentos afecta a nuestra energía, peso y cómo nos sentimos. Los alimentos que han sido cultivados de forma respetuosa con el medioambiente y están cocinados con amor marcan una gran diferencia para la salud. Decántate por los orgánicos, locales, de proximidad y de temporada y evita los ultraprocesados.
- Sé consciente de lo que bebes. Opta por agua de calidad, tés herbales, infusiones y zumos de verduras. Y asegúrate de beber la cantidad de agua suficiente porque, cuando nos deshidratamos, solemos ingerir más comida para compensar.
- Añade gradualmente alimentos saludables a tu dieta en lugar de centrarte en eliminar los que no lo son porque esto puede ser contraproducente. En cambio, agregar a tu dieta nuevos alimentos saludables provoca una gratificante sensación de haber alcanzado un objetivo. Incluye en tu dieta más verduras y procura comer algún grano integral todos los días. Para merendar, decántate por bayas o nueces. Reemplazar unos alimentos por otros también es de gran ayuda: sustituye los refrescos azucarados por agua con limón y el arroz blanco por quinoa.
- Practica el mindful eating. El 40% de la regulación del apetito, la quema de calorías y la estimulación metabólica comienza antes de dar el primer bocado. Por eso, es esencial comer sin prisas, masticar despacio, evitar las distracciones, como el teléfono, la televisión o el ordenador, e intentar identificar los diferentes aromas, texturas y sabores de cada alimento presente en el plato. Comer relajadamente mejorar tanto la digestión como el metabolismo.
- Cuando te apetezca picar algo entre horas, no te resistas porque esto puede generar ansiedad. En vez de eso, elige una opción saludable y crea tu propio ritual. Coge un bonito tazón, llénalo de alimentos saludables, siéntate, respira profundamente y disfruta del tentempié despacio, saboreando cada bocado.
- El cuándo comemos es tan importante como el qué comemos. Sincronizar los horarios de las comidas con el ciclo natural día/noche es muy beneficioso para la salud. Nuestra metabolismo se activa por la mañana, está a pleno rendimiento a la mitad del día y se ralentiza a medida que el sol se pone. Intenta desayunar, comer y cenar siempre a la misma hora.
- Por último, no hay que hacer dramas si alguna vez caes en la tentación y comes un alimento poco saludable. Todos cometemos errores y un desliz no tiene por qué arruinar el resultado final, solo lo ralentiza un poco. No existen el cuerpo ni la dieta perfectos y cambiar de hábitos alimentarios es un viaje de descubrimiento. Lo mejor que puedes hacer es volver a la rutina saludable al día siguiente y continuar tu viaje sin mirar atrás.