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SHA Magazine Nutrición saludable
La alcalinidad se ha convertido en un aspecto fundamental para mantener nuestro organismo saludable. Se trata de un término vinculado directamente a unos buenos hábitos alimenticios, pero en realidad incluye unas rutinas saludables que abarcan todo tipo de campos: desde el equilibrio emocional a la actividad física.
“Hay muchos otros factores por los que nos podemos acidificar”, afirma María Romeralo, consultora nutricional de SHA Wellness Clinic. Y de esa acidificación se debe huir si no se quieren padecer síntomas tan indeseados como depresión, irritabilidad, trastornos digestivos, dificultades respiratorias, problemas en la piel, osteoporosis o hipertensión.
Alcalinidad es un concepto clave que se asocia a los niveles de pH de la sangre, algo que nos va a dar la medida de lo alcalinizados que tenemos nuestro organismo. El valor de ese pH oscila entre 0 y 14. Si está por debajo de 7, se considera ácido; y si lo rebasa, se encuentra alcalino.
¿Y qué debemos hacer para mantener la alcalinidad de nuestro organismo en niveles óptimos? A continuación repasamos los factores más importantes:
Las nuevas tendencias nutricionales comienzan a tener ya muy en cuenta el grado de alcalinidad de los alimentos que ingerimos. Es la base para mantener alejada a la indeseada acidosis, fuente de tantos problemas.
Como explica María Romeralo, la base de una nutrición alcalinizante sería aquella “basada en alimentos equilibrados”. Por ejemplo, los cereales integrales deben estar siempre presentes en nuestra dieta. También las legumbres, fuente de fibra, al igual que la fruta y verdura de temporada. Otros imprescindibles en nuestra cocina serían algas, alimentos fermentados como el miso o el chucrut, las semillas y los frutos secos o el aceite de oliva.
Quizá haya llegado el momento de revisar tu dieta. Estudios recientes sugieren que buena parte de las dietas tradicionales añaden un componente de acidosis a nuestro organismo.
Es un hecho: el estrés y la ansiedad acidifican nuestro organismo. El estrés funciona como un mecanismo de alerta para afrontar con mayor intensidad situaciones difíciles que se presentan en nuestras vidas. Pero cuando ese estado de alerta se prolonga más de lo necesario genera una acidosis crónica que provoca el aumento del trabajo de las glándulas suprarrenales y causa síntomas tan perniciosos como descalcificación, agotamiento, obesidad o hipertensión arterial.
“Es muy importante saber gestionar el estrés. Podemos llevar una alimentación muy saludable, pero si sufrimos unos altos niveles de estrés, nuestra condición será de acidez”, asegura María Romeralo.
Cabe recordar la famosa frase de Hipócrates, padre de la medicina: “Que tu medicina sea tu alimento y el alimento, tu medicina”.
“Hay veces en las que tomar medicamentos es inevitable, pero en la mayoría de las ocasiones el ser humano abusa de ellos. Tomar paracetamol ante un dolor de cabeza, ibuprofeno para bajar la inflamación, antiácidos para problemas digestivos… La mayoría de las veces estos síntomas desaparecen con un cambio de hábitos”, advierte María Romeralo.
“Es sin duda otro factor que favorece la acidosis. Hablamos, por ejemplo, de edulcorantes artificiales, colorantes, conservantes… Tan abundantes en la comida procesada”, explica la experta de SHA Wellness Clinic.
En los países industrializados, hasta el 80 por ciento de la población padece irregularidades en el equilibrio ácido-base que presenta su organismo, y buena parte de culpa está en una mala dieta asociada al consumo de productos procesados y ultraprocesados.
Los aditivos alimentarios están en muchos de esos alimentos que aparecen en bolsitas llamativas y atractivas que prometen sabores “irresistibles”. Hablamos de colorantes, conservantes, antioxidantes, emulsionantes, potenciadores del sabor, edulcorantes sintéticos… No los necesitamos.
“Otro factor a observar en todo organismo propenso a padecer acidosis es la frecuencia con la que se tienen pensamientos negativos. Además de una correcta alimentación, necesitamos tener estabilidad emocional”, advierte María Romeralo.
Es algo bien estudiado a lo largo de los años por la psicosomática, todas las alteraciones orgánicas que tienen su origen en las emociones negativas y los pensamientos pesimistas. Está demostrado que una persona de carácter irritable o negativa en sus perspectivas vitales acabará desarrollando más pronto que tarde unos altos niveles de acidosis en su organismo.
“Otro factor muy importante que puede contribuir a la acidificación del organismo es la falta de ejercicio físico”, apunta la experta de SHA Wellness Clinic.
No se necesita ciencia para advertir cómo un cuerpo sedentario realiza la mayoría de sus funciones con mucha más lentitud que un cuerpo activo. No se trata de hacer deporte compulsivamente, sino con un plan que parta en primer lugar de la realización de cualquier actividad física, por pequeña que ésta sea. Se trata de mantener el cuerpo “vivo” y de esta forma activa el metabolismo para eliminar toxinas.
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