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Biohacking: cómo “intervenir” el cerebro para optimizar sus funciones

SHA Wellness Clinic
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17 de junio de 2024

El concepto de biohacking no es precisamente nuevo, pero el rápido desarrollo de la Inteligencia Artificial y otras tecnologías han impulsado su práctica y mejorado exponencialmente su alcance.

Hannes Sjoblad, cofundador de la red de biohackers Bionyfiken –una organización sin ánimo de lucro que reúne a biólogos, hackers, artistas de modificación corporal y otros– define el biohacking como la aplicación de la ‘ética hacker’ a los sistemas biológicos.

Imagine a un hacker de los primeros años 2000 intentando doblar la velocidad de un ordenador de entonces. El biohacking intentaría mejorar lo que la biología y la naturaleza nos ha concedido mediante pequeños hackeos tecnológicos de nuestro organismo. Por ejemplo, la implantación de un sistema inteligente de monitoreo de insulina, de un marcapasos o de unos ojos biónicos.

En SHA Wellness Clinic se practica una especie de biohacking saludable para intervenir malos hábitos de nutrición, pobres patrones de sueño y descanso o ideas preconcebidas sobre uno mismo y su fuerza de voluntad para conseguir cambios en el estilo de vida.

En el caso del biohacking cerebral se realiza un diagnóstico avanzado del paciente, que aporta la información necesaria para saber que zonas vale la pena hackear con nuevos hábitos o intervenir, siempre basándose en biomarcadores como la composición o el índice de masa corporal, la longitud de los telómeros, la presión arterial, el número de pulsaciones cardiacas, la saturación de oxígeno en reposo, los niveles de glucemia basal, el colesterol, la hemoglobina glicosilada o la proteína C reactiva.

En SHA se realiza una evaluación genética, de estimulación cognitiva y de salud energética con el que se traza un perfil biológico del paciente que abarca casi 100 determinaciones del envejecimiento prematuro, además de un perfil con los niveles de estrés oxidativo, la prescripción de planes de nutrición, suplementos y ejercicio físico, así como terapias naturales y médicas”, explica el profesor Bruno Ribeiro, al frente de la unidad de Estimulación Cognitiva y Salud Cerebral.

Con esta información, con la tecnología de última generación y experimentados profesionales se pueden hacer “trampas” a la biología. Una de las últimas incorporaciones a este departamento son dos cascos de estimulación neurocognitiva que suponen un salto cualitativo en las mejoras de la capacidad creativa y ejecutiva del cerebro.

Las aplicaciones del biohacking son diversas, de acuerdo con el poso filosófico de sus practicantes. Algunos pretenden mejorar las capacidades humanas, otros, alargar la vida sin enfermedad. También hay aquellos que, como el empresario Bryant Johnson, quieren recuperar su fuerza, vitalidad y agudeza de los 18 años. Johnson tiene 45 años y lleva dos años, y al menos dos millones de dólares, invertidos en esta misión.

En 2015, un grupo de investigadores del Science for the Masses de California usó Chlorin e6 (Ce6), una conocida terapia anticáncer que luego resultó útil para mejorar la vista hasta conseguir una visión nocturna de 50 metros sin usar gafas.

La idea del biohacking suele ser siempre optimizar las capacidades humanas, y en el caso del cerebro es un camino seguro para luchar contra el estrés, la ansiedad y la fatiga mental. De este modo se mejora el rendimiento cognitivo, la capacidad de asociación, la memoria e incluso el vocabulario.

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