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En casi todas las tiendas de productos naturales de europa y EE.UU. Se puede encontrar una harina blanquecina llamada kuzu. Sin embargo, esta humilde sustancia cuenta con una larga historia a sus espaldas…
Cuenta la leyenda que aquellos que vivían al lado del río Yoshino en Japón hace 2000 años comenzaron a recolectar una resistente planta trepadora de rápido crecimiento, cuya raíz se decía que tenía propiedades curativas y vigorizantes. En la actualidad, la fécula blanca y fina de esta raíz es muy apreciada.
La recolección de la planta, que es silvestre y agresiva, constituye una tarea laboriosa, ya que los tubérculos pueden llegar a medir dos metros y pesar más de 180 kilos. Por eso, la extracción de la fécula de kuzu siempre se ha considerado casi más un arte que una labor agraria. La raíz se transporta desde las montañas, se trocea, se tritura, se pone a remojo en agua de manantial y se enjuaga. Todo el proceso se realiza a mano, en el frío invernal de la montaña japonesa.
El resultado es una fécula pura que prácticamente no tiene sabor y se puede mezclar con sopas, salsas, postres, bebidas medicinales y otro tipo de alimentos. A pesar de que el kuzu no se consume a gran escala fuera de Japón, constituye un ingrediente estrella en la cocina de aquellos que han podido descubrir el valor de sus propiedades medicinales.
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