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Los excesos en el consumo de alcohol, azúcar y alimentos ultraprocesados, así como la falta de ejercicio y descanso adecuado, pueden tener un impacto significativo en el sistema inmunológico, debilitándolo y aumentando la vulnerabilidad a infecciones.
“El verano suele ser una época en la que nos relajamos y disfrutamos más, lo cual está genial, pero como comer en exceso, consumir más alcohol y hacer menos ejercicio, pueden reflejarse en nuestra salud. En septiembre, es común ver en las analíticas un aumento de colesterol, triglicéridos y azúcar en sangre. Además, muchas personas notan que han ganado peso, se sienten más cansadas y, en algunos casos, con problemas digestivos. Otra cosa que influye mucho es el cambio en los horarios de sueño. Durante el verano solemos dormir menos o peor, y eso también afecta a cómo nos sentimos física y mentalmente”, opina la doctora Mariel Silva, directora de servicios médicos en SHA Spain.
Estos excesos impactan en la línea de flotación del sistema inmunológico. “Cuando se abusa del alcohol, del azúcar o de los alimentos ultraprocesados, y además no se descansa lo suficiente, el sistema inmune se resiente. Esos desequilibrios reducen nuestra capacidad para defendernos de infecciones, como resfriados o gripes, y es común que después de estas épocas muchas personas se sientan más vulnerables”, explica la Dra. Silva.
“En los excesos del verano la mala de la película es siempre el azúcar, no las grasas como se pensó durante mucho tiempo. El azúcar inflama y deja una huella inmunológica negativa en el cuerpo. Si es solo un mes al año y el resto del tiempo la gente se cuida, pues probablemente el cuerpo no pierda el equilibrio, o quizás se engorde un poco por los cambios en la calidad o la cantidad de la comida, pero habría que volver inmediatamente a retomar un estilo de vida sano”, opina el Dr. Diego Martínez, experto en medicina regenerativa y funcional en SHA México.
“Tanto el alcohol como el azúcar tienen un impacto directo y probado en la función de nuestro sistema inmune. En el caso del alcohol, su consumo excesivo debilita nuestras defensas porque altera el funcionamiento de las células inmunitarias que se encargan de combatir infecciones. Además, daña el revestimiento intestinal, lo que aumenta la permeabilidad del intestino, conocido como ‘intestino permeable’ o ‘leaky gut’. Cuando esto sucede, bacterias y toxinas pueden atravesar la barrera intestinal y entrar en el torrente sanguíneo, desencadenando una respuesta inflamatoria sistémica”, explica la doctora Silva.
El alcohol y el azúcar no solo aumentan el riesgo de infecciones, sino que también promueven la inflamación crónica en el cuerpo, lo cual es perjudicial para la salud en general. El alcohol también altera la microbiota intestinal, es decir, las bacterias beneficiosas que nos protegen de infecciones y ayudan a mantener un sistema inmunológico saludable.
“Por otro lado, el azúcar favorece la inflamación crónica, que es la base de muchas enfermedades, y aumenta los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo cual también debilita nuestras defensas. El consumo excesivo de azúcar está relacionado con un estado inflamatorio constante, lo que significa que el sistema inmune está ‘ocupado’ combatiendo esta inflamación en lugar de centrarse en defender el cuerpo de infecciones”, expone Silva.
Otros factores también pueden debilitar el sistema inmune y hacernos más vulnerables a infecciones y enfermedades. Entre ellos, la doctora Silva y el doctor Martínez mencionan la baja calidad del sueño, ya que el descanso es crucial para la regeneración del cuerpo y el buen funcionamiento del sistema inmune.
El estrés crónico y prolongado también tiene un impacto significativo en el sistema inmune, ya que puede debilitar las defensas, haciéndonos más susceptibles a infecciones como resfriados, gripes o incluso enfermedades más graves.
La falta de ejercicio físico también puede debilitar el sistema inmune. La actividad física moderada ayuda a aumentar la circulación de las células inmunitarias y reduce la inflamación. Por el contrario, el sedentarismo prolongado puede aumentar el riesgo de infecciones y enfermedades inflamatorias.
“La falta de nutrientes esenciales es otro factor importante. Vitaminas como la C y minerales como el zinc y el selenio son fundamentales para una respuesta inmune adecuada. Si la dieta es baja en frutas, verduras y alimentos ricos en estos micronutrientes, el sistema inmune no podrá funcionar a su máxima capacidad. Además, como decíamos antes, una dieta alta en grasas saturadas y ultraprocesados también puede promover la inflamación y comprometer las defensas del cuerpo”, explica la doctora Silva.
Fumar es otro hábito que debilita significativamente el sistema inmune. Las sustancias químicas tóxicas presentes en los cigarrillos dañan los tejidos del sistema respiratorio y facilitan que los virus y bacterias penetren en el organismo. La contaminación del aire, los productos químicos tóxicos y la exposición a la radiación también pueden dañar el sistema inmune. La exposición prolongada a contaminantes genera inflamación crónica y debilita las defensas del cuerpo.
La depresión, la ansiedad y otros problemas de salud mental también suelen estar relacionados con un debilitamiento del sistema inmune. “El bienestar emocional es clave para lograr una respuesta inmune saludable, ya que el estrés y la tristeza prolongada afectan la producción de hormonas y neurotransmisores que influyen en el sistema inmune”, concluye la doctora Silva.
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