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SHA Magazine Nutrición saludable
La inflamación de bajo grado es la enfermedad silenciosa del siglo XXI. Y la neuroinflamación es concretamente la que se produce en las neuronas. Según el profesor Bruno Ribeiro, responsable de la unidad de Desarrollo Cognitivo de SHA Wellness Clinic, la neuroinflamación tiene tres culpables muy bien identificados: el consumo de alcohol, el estrés crónico y la ingesta de alimentos procesados.
“El alcohol produce una inflamación intensa en nuestro cerebro, se ha demostrado en experimentos con ratones de laboratorio a los que se ha inyectado etanol. Con lo que bebemos y comemos enviamos al cuerpo mensajes de alertaque se interpretan como amenazas potenciales y el cuerpo responde generando una hiperinflamación”, explica el experto.
En el cerebro conviven dos grandes familias de células, las neuronales y las gliales, estas últimas son diez veces más abundantes que las primeras y se multiplican con mucha facilidad. Su función principal es cuidar de las neuronas y formar la barrera hematoencefálica que las protege.
“La neuroinflamación producida por el binge drinking (definido como consumir en la misma ocasión cinco o más unidades de alcohol en los hombres, y cuatro o más en las mujeres) produce una inflamación importante en el sistema nervioso. Como hemos explicado las células gliales tienen la capacidad de proteger las neuronas, pero si se consume alcohol de un modo intenso y con mucha frecuencia estas células se debilitan y no consiguen bloquear la inflamación neuronal, es entonces cuando se produce la pérdida de neuronas”, explica el profesor Ribeiro que indica que en un proceso crónico de consumo de alcohol puede llegar a desarrollarse un tipo de demencia llamada de Wernicke-Korsakoff que se produce por la neuroinflamación”.
Hace más de una década un equipo de científicos del Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) demostró por primera vez cómo la neuroinflamación producida por el consumo crónico de alcohol causaba alteraciones en la mielina, una sustancia del sistema nervioso responsable de la transmisión de los impulsos nerviosos a lo largo de las neuronas.
Los científicos describieron cómo el consumo crónico de alcohol disgregaba la vaina de mielina que recubría los axones de las neuronas, y cómo la neuroinflamación causada por el etanol participaba en estas alteraciones de la mielina. Aquel estudio pretendía dilucidar si el consumo crónico de alcohol estaba relacionado con las alteraciones de la llamada “vaina de mielina”. El hallazgo permitió asegurar que el alcohol disgregaba la vaina de mielina, desprotegía a las neuronas y contribuía a la neurodegeneración.
Por otra parte, se ha investigado que el consumo en exceso de alcohol también altera el equilibrio entre las bacterias intestinales y favorece la disbiosis intestinal. Esta relación es el vínculo común que comparten la disbiosis y la neuroinflamación.
Una disbiosis intestinal se produce cuando se altera el equilibrio entre las bacterias de la microbiota debido a cambios en su composición, su distribución o su funcionamiento.
Investigadores de la Universidad de California han demostrado que el consumo de alcohol provoca una reprogramación de la microbiota intestinal causada por el acetato producido por el hígado que se extiende por los intestinos, y constituye una fuente de carbono que favorece el crecimiento bacteriano.
La Dra. Marien Silva, del Departamento de Medicina Well-ageing de SHA Wellness Clinic, sabe reconocer una disbiosis por los síntomas que le relata el paciente. “Normalmente refiere que, coma lo que coma, siempre tiene inflamación, una sensación en las mujeres parecida a un embarazo, de estar siempre hinchado. Esta sensación a veces se acompaña de diarreas y molestias intestinales.
Normalmente ante estos síntomas se pide un test de disbiosis para ver cómo está la microbiota. Dicho test revela la cantidad de bacterias “buenas” que hay, la cantidad de bacterias “malas”, cuáles son las que faltan, cómo está el moco intestinal y la permeabilidad de la mucosa; también dirá si las enzimas están alteradas. Con esa información se crea un plan de tratamiento específico”, explica la Dra. Silva, que aclara que para establecer el diagnóstico deben descartarse intolerancias y enfermedades como la celiaquía.
La doctora expone que cualquier tratamiento para la disbiosis siempre descansa en tres pilares: dieta, ejercicio y manejo del estrés porque hay una relación bidireccional entre el cerebro y el intestino que explica la neuroinflamación. “Hay que cortar ese ciclo trabajando con probióticos y prebióticos y con una suplementación específica para la inflamación, pero también es importante la gestión del estrés con prácticas como el yoga, el pranayama, el mindfulness, el contacto con la naturaleza, y una buena gestión del tiempo. Es importante dedicar tiempo para estar con uno mismo y para los amigos”, indica Silva.
Los expertos consultados aclaran que la neuroinflamación es un mecanismo ancestral de defensa del cerebro, el problema es cuando se empieza a cronificar por la exposición a situaciones continuadas de estrés o por el consumo de alcohol o alimentos procesados. “Uno de los mecanismos para disminuir la neuroinflamación es reducir las ingestas diarias de comida. El ayuno intermitente, el magnesio y la curcumina ayudan tanto para la neuroinflamación como para la inflamación intestinal”, apunta la doctora Silva. Mientras que el estrés, la dieta, el alcohol y las tóxinas, neuroinflaman.
Si mejora la dieta y la gestión del estrés, mejora la disbiosis y, con ello, la alteración de la permeabilidad intestinal. A partir de ahí se reducirán todos los síntomas de la neuroinflamación.
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