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SHA Magazine Nutrición saludable
La Organización Mundial de la Salud avisa de que los casos de obesidad y sobrepeso se han multiplicado por tres en todo el mundo desde 1975. Además, según el último Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE), más de la mitad de los españoles tiene obesidad o sobrepeso. Esto tiene un impacto directo tanto en la calidad de vida como en el aumento de los factores de riesgo de muchas enfermedades no transmisibles, como la cardiopatía coronaria, la hipertensión, los accidentes cerebrovasculares o la diabetes tipo 2.
El 12 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Obesidad para concienciar a la sociedad de que una alimentación sana, energética y equilibrada y la actividad física diaria son esenciales para combatir esta pandemia global. El sedentarismo y una dieta rica en alimentos procesados, azúcares y grasas saturadas son sus principales causas, pero la gestión emocional también juega un papel decisivo. Por eso, los programas de control de peso de SHA no se limitan únicamente a planes personalizados de alimentación y ejercicio físico, sino que, además, incluyen sesiones de mindful y emotional eating.
Porque comer es una necesidad vital y una fuente de placer, pero puede convertirse en una vía de escape ante situaciones que nos provocan malestar, ansiedad, depresión, estrés, miedo o incertidumbre. Por eso, durante el confinamiento, los casos de ingesta emocional crecieron de manera exponencial. Y es que, al no poder salir de casa, buscamos una satisfacción inmediata en la comida, por ejemplo, haciendo una tarta o un bizcocho. Como nos cuenta Cinthya Molina, psicóloga de SHA Wellness Clinic, “la alimentación emocional es ingerir grandes cantidades de comida en respuesta a nuestras emociones en lugar de a la necesidad puramente fisiológica del hambre. Es la conexión directa entre el estado de ánimo y la alimentación”. Para evitarla, lo primero es reconocerla. Cinthya nos explica que “el hambre física viene acompañada de unas sensaciones muy concretas, como sentir el estómago vacío o falta de energía, suele comenzar entre cuatro y cinco horas después de la última comida y, desde que empezamos a sentirla, somos capaces de esperar y podemos comer cualquier alimento. En cambio, el hambre emocional no tiene por qué respetar los tiempos entre comidas, suele venir precedida por pensamientos centrados en la búsqueda del placer o para evitar el malestar y por frases como ‘me lo merezco’ o ‘lo necesito’. Además, cuando tenemos hambre emocional, no nos apetece una ensalada, sino que queremos grasas, carbohidratos y azúcares, que son los alimentos que históricamente nos han ayudado a la supervivencia y que el organismo demanda porque siente mucho confort con ellos, ya que generan dopamina y hormonas del placer”.
Eso sí, la búsqueda de confort en la comida es solo un síntoma de una inadecuada gestión emocional. Por eso, Cinthya nos invita a practicar la alimentación consciente. “El mindful eating es la capacidad de comer con atención plena y atender a las necesidades del cuerpo y de la mente. El primer paso es to be aware, es decir, ser conscientes de lo que comemos y en qué cantidades. Después, hay que comer como un crítico gastronómico, lo que yo llamo la experiencia gourmet: siéntate a la mesa sin elementos alrededor que te distraigan, disfruta de los colores, los olores y las texturas de la comida, saboréala y trata de identificar qué ingredientes lleva y cómo están cocinados. Por último, come despacio y mastica bien los alimentos porque la hormona de la saciedad tarda 20 minutos en enviar el mensaje de que ya estamos llenos”.
En definitiva, trabajar las emociones y aprender nuevas vías para gestionarlas es fundamental para que la comida deje ser un refugio emocional y vuelva a ser una fuente de placer y un elemento básico para disfrutar de una óptima salud física y mental.
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