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Unos lo llaman carisma. Otros, suerte. Otros, inteligencia. La capacidad de un líder de influir y convencer a los suyos con un lenguaje persuasivo o con poderosos argumentos, cifras y datos tiene mucho que ver con sus habilidades cognitivas y la agilidad de su cerebro.
Los líderes entrenan y desarrollan algunas zonas del cerebro para adaptarse rápidamente a los nuevos retos, o para tomar decisiones estratégicas en situaciones de incertidumbre, y a veces con poca información. Suelen entrenar mucho la repetición, la concentración y la atención.
Para ejercer un buen liderazgo se debe tener una buena condición física y llevar una alimentación adecuada. Esta es la base sobre la que se construye una actividad cerebral sana. De acuerdo con la profesión algunas zonas del cerebro se pueden activar más que otras. Por ejemplo, los profesionales de las Finanzas desarrollan más el lóbulo parietal por las funciones de cálculo, un CEO que deba almacenar una gran cantidad de datos, analizarla y sintetizarla, desarrolla la parte visual en el lóbulo occipital y la memoria en el lóbulo temporal. Cuando asocia todos sus conocimientos utiliza más del 50% de su cerebro mientras toma una decisión.
Los líderes que suelen retener información para ser empleada a corto plazo desarrollan la zona del hipocampo, mientras los que tienen sangre fría y suelen tomar decisiones de gran calado suelen usar más el lóbulo frontal del cerebro.
Un líder debe cultivar, también, su fortaleza mental y emocional. La fortaleza mental es la capacidad de desempeñarse de manera consistente en el rango superior de sus talentos y habilidades en cualquier circunstancia. Es decir, dar lo máximo de sí mismo bajo presión o fuerte estrés.
Entre las fortalezas mentales que debe potenciar un líder están la resolución de problemas, la gestión de equipos, la toma de decisiones, la planificación y la autorregulación emocional. Y todo esto se puede entrenar cuando se entrena la agilidad mental.
Existen diferentes formas de entrenamiento mental que se pueden poner en práctica para entrenar habilidades concretas. Por ejemplo, para ejercitar la memoria se pueden usar ejercicios nemotécnicos y juegos de memoria. Ambos ejercicios mejoran la retentiva y la capacidad de memorización. Unos pocos minutos al día serán suficientes, si se practican con consistencia, para notar una rápida mejoría. La memoria es uno de los atributos que más de han perdido con la expansión de la tecnología. Si antes podíamos memorizar hasta doce números de teléfono ya no somos capaces de recordar ninguno.
Los ejercicios de concentración mental son adecuados para los líderes que necesitan mejorar su atención y su arco de concentración. El estrés, la fatiga y el exceso de carga de trabajo obstaculizan la capacidad de concentración.
Por eso muchas de estas técnicas se dirigen a evitar la fatiga mental con ejercicios mentales similares a los de los deportistas de élite, diseñados para ayudar a las personas a su superar los límites autoimpuestos. También se les ayuda a gestionar sus recursos para mejorar la estabilidad mental cuando trabajan bajo presión.
También existe un entrenamiento mental para modificar conductas que generan estrés o para afrontar situaciones de estrés con más eficacia y menos exigencia mental.
Para la agilidad mental, para ser rápido y certero también existen técnicas y ejercicios específicos, que se combinan con los de atención y concentración, para hacer otorgar competencias, casi superpoderes al líder moderno. El ajedrez se ha revelado como un entrenamiento muy eficaz para la agilidad cognitiva. Algunos programas para directivos incluyen una partida de ajedrez de 25 minutos al menos dos veces por semana. Se puede jugar contra el ordenador y se puede combinar el juego con el estudio de partidas ya jugadas. Las horas recomendadas para jugar o reproducir partidas es una vez que se llegue a la oficina o en la tarde, nunca en la noche antes de dormir. Si se combina este juego mental con la práctica de ejercicio físico durante el día los efectos sobre el cerebro se multiplican.
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