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SHA Magazine Nutrición saludable
Aditivos, edulcorantes, espesantes, conservantes… parece difícil escapar de su sobreexposición en nuestra vida cotidiana. Si llevas tiempo observando que ciertos alimentos te producen pesadez estomacal, gases o dolor de cabeza, presta atención, esto te interesa: podrías sufrir una intolerancia alimenticia no diagnosticada.
¿En qué debo fijarme?
Las similitudes entre la alergia y la intolerancia alimenticia nos lleva muchas veces a confundirlas. La principal diferencia radica en que la intolerancia no implica que tu organismo se sienta amenazado por los componentes del alimento, bebida o fármaco, a excepción de la celiaquía o intolerancia al gluten, en la que sí existe esta reacción inmune.
Si eres intolerante a un alimento puedes consumirlo, pero en pequeñas cantidades. Precisamente, es ese sobrepasar el umbral de sensibilidad el desencadenante de toda una batería de posibles síntomas. Eso sí, más leves y retardados que los ocasionados por las alergias. Una intolerancia alimentaria puede tardar hasta 72 horas en manifestarse, lo que complica su diagnóstico.
Las principales intolerancias alimentarias se producen con la lactosa, el gluten, la sacarosa y la fructosa. La sintomatología inherente es, mayoritariamente, de tipo gastrointestinal (diarrea, estreñimiento, distensión e inflamación del abdomen, síndrome de intestino irritable, cólicos, reflujo gastroesofágico o náuseas).
Sin embargo, existen otros signos físicos o psicológicos ligados a una disfuncionalidad al metabolizar un alimento:
– Alteraciones dermatológicas como acné, eczemas, psoriasis, urticaria o erupciones cutáneas por los salicilatos, por ejemplo de tomates y pimientos.
– Trastornos neurológicos como migrañas, dolor de cabeza, mareos, vértigo o fatiga crónica. Son habituales si tu organismo tiene dificultades para digerir el glutamato monosódico por ejemplo.
– Trastornos respiratorios como asma, sinusitis o rinitis.
– Alteraciones musculares o reumáticas. Ciertos alimentos tienen la capacidad de incrementar la inflamación articular de las artritis reumatoides, agravando el dolor.
– Trastornos psicológicos como ansiedad, depresión o hiperactividad en los niños.
¿Sabes que existe un 13 % de no celíacos que son sensibles al gluten? Aunque las pruebas de diagnóstico de la celiaquía dan negativo, estas personas sufren estrés digestivo al ingerir gluten, presente en varios cereales (trigo, avena, centeno y cebada).
¿Qué puedes hacer para convivir con tu intolerancia?
Lamentablemente, no existe prevención ni farmacoterapia posible para la intolerancia alimenticia. Si sospechas que tu malestar se debe a alguna sensibilidad alimentaria solicita asesoramiento a un especialista en nutrición. Te realizará varias pruebas y test para descartar la celiaquía y la enfermedad inflamatoria intestinal.
Una vez hallados los alimentos detonantes, deberás suprimirlos por completo durante 2-4 semanas. Si la sintomatología remite, como se espera, será el momento de drenar toxinas y regenerar la mucosa intestinal con I-glutamina, probióticos o ácidos grasos esenciales.
Paulatinamente, cada 4 días, podrás reintroducir esos alimentos y reincorporarlos a tu dieta, siempre y cuando tu organismo los tolere y a pequeña escala.
En el caso de la celiaquía y la intolerancia a los sulfitos (los aditivos utilizados en cervezas, vinos, enlatados o pescados congelados para su conservación), será imprescindible retirarlos por completo para restablecer la mucosa intestinal y superar los síntomas.
Sea cual sea tu intolerancia, someterte a estos test y moderar el consumo de los alimentos que te cuesta digerir es la manera de recobrar tu calidad de vida.
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