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SHA Magazine Nutrición saludable
Un estudio publicado en 2021 por la revista de la Escuela de Salud Pública de Harvard ha vuelto a cuestionar la conveniencia de considerar la leche un componente esencial de una dieta saludable.
El estudio cree que la recomendación actual de consumir leche o tres porciones diarias de algún lácteo no está justificada en países donde no hay carencias nutricionales. Sus autores conceden que en lugares donde hay problemas nutricionales sobre todo con los niños, el consumo diario de leche es una buena opción para mantener los niveles de calcio y vitamina D. Sin embargo, si la dieta es equilibrada, el consumo diario de leche podría elevar el riesgo de sobrepeso y obesidad, de enfermedades cardiovasculares, de fracturas en edades avanzadas y de algunos tumores. La Escuela de Salud Pública de Harvard cree que la leche podría ser sustituida por agua.
Otros expertos e investigadores quieren eliminar la leche y los lácteos porque consideran que “un alto consumo aumenta significativamente los riesgos de padecer cáncer de próstata y ovarios”. Este reclamo se ha interpuesto al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) para que modifique el papel de la leche en la pirámide alimentaria. Además, según el estudio, un alto consumo de leche también estaría relacionado con enfermedades como alergias, asma, estreñimiento, conjuntivitis, obesidad, anemia o fibromialgia.
Este estudio señala que los humanos somos los únicos mamíferos que seguimos bebiendo leche más allá del destete. Algo que consideran excesivo e innecesario.
Revisemos algunas razones por las que la leche no es un alimento imprescindible como nos han contado.
. Es difícil de digerir: Todos conocemos apersonas intolerantes a la lactosa y a muchas a los que simplemente la leche los hincha como un globo. Varios estudios han demostrado que a partir de los tres años empezamos a tener problemas para digerir una leche que, a esas alturas de la vida, ya no suele ser leche materna sino leche de otra especie de mamífero, habitualmente la vaca que, dicho sea de paso, tiene cuatro estómagos.
Las investigaciones del Comité sobre nutrición del gobierno de Estados Unidos (The U.S Government Committee on Nutrition )concluyeron hace ya varios años que la mayoría de los adultos tienen bajos los niveles de lactasa intestinal: el 75% de los humanos dejan de segregar a partir de los tres años dos enzimas necesarias para la digestión de la leche: la lactasa (encargada de la digestión del azúcar de la leche, la lactosa), y la renina (encargada de la digestión de la caseína, la proteína de la leche). La ausencia de estas enzimas produce gases calambres, diarrea, asma, alergias y desórdenes intestinales, etc.
. La leche pasteurizada (la que consumimos la mayor parte de los seres humanos en los países occidentales) carece de nutrientes. Al pasar por el proceso de pasteurización el calcio se transforma en inorgánico, el calor altera su estructura molecular y lo hace tóxico e inútil. En el proceso también se altera la caseína que se hace indigerible porque se coagula y se endurece. Se cree que el calcio alterado no se absorbe y se deposita en los tejidos blandos produciendo calcificaciones que causan enfermedades como artritis, cataratas, piedras o piedras en el riñón.
. Altera el microbioma. Al tomar leche y otros lácteos la flora intestinal fermenta una parte y pudre otra, de esta descomposición resultan subproductos tóxicos para el organismo que nos dejan sin energía.
. Aumenta el riesgo cardiovascular. La leche es rica en grasas saturadas que se acumulan en las arterias produciendo arterioesclerosis, uno de los factores de riesgo cardiovascular más importante y mejor estudiado.
. Puede contener pesticidas, hormonas y antibióticos. Estas sustancias tóxicas se acumulan en los tejidos y fluidos que segrega el animal, entre ellos la leche que consumimos. Además, el pienso empleado en la alimentación de los animales explotados por la industria está contaminado con hormonas y pesticidas.
Por último, un recordatorio: El calcio puede obtenerse de fuentes más sanas. Las algas, las frutas, las verduras de hoja verde, los frutos secos y las semillas de sésamo son una fuente excelente de calcio, mucho más sana y de más fácil asimilación para nuestro organismo.
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