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SHA Magazine Salud y belleza
Cada vez que respiramos inhalamos un 20% de oxígeno. Literalmente, no podemos vivir sin él. Una pequeña parte de este oxígeno se transforma dentro de la propia célula en una especia reactiva que tiene una actividad oxidativa. Son los llamados radicales libres y su existencia, como la del proceso de oxidación que generan, es fundamental para el equilibrio del organismo.
Una vez cumplida su función, el radical libre intenta estabilizarse “robando” un electrón de otra molécula, que al perder un electrón se oxida y se convierte en otro radical libre. Este nuevo radical libre puede robar un electrón de otra molécula y empezar una reacción en cadena. Este proceso cambia permanentemente la estructura de las moléculas y desencadena daños irreversibles.
Pero si hay un antioxidante presente, puede donar un electrón al radical libre, estabilizándolo y deteniendo la reacción en cadena. El antioxidante se sacrifica y se oxida en lugar de la otra molécula, convirtiéndose en un radical libre. A diferencia de la mayoría de las moléculas, el antioxidante es capaz estabilizar el electrón desparejado y no se vuelve altamente reactivo.
Las cosas empiezan a no ir tan bien cuando los antioxidantes no son suficientes para contrarrestar la acción de los radicales libres, y se produce lo que se conoce como estrés oxidativo, que incrementa la actividad oxidativa dentro de la célula y origina un cambio estructural y funcional que acelera el envejecimiento y favorece la apoptosis o muerte celular.
El estrés oxidativo produce un deterioro de los tejidos y favorece la inflamación, así comienza el desarrollo de diferentes patologías graves, como las enfermedades cardiovasculares o incluso el cáncer. Además, se acelera el envejecimiento de la piel o la aparición de diferentes trastornos neurológicos, y enfermedades degenerativas relacionadas con el envejecimiento.
Las investigaciones científicas y clínicas acumulan cada vez más evidencias de la existencia de conexiones cruciales entre el estrés oxidativo y los procesos inflamatorios de enfermedades cardiovasculares, reumáticas, degenerativas, de la piel y algunos tipos de cáncer. En todas suele haber un estado proinflamatorio que favorece el desarrollo de la enfermedad hasta sus formas más graves.
Como no podemos dejar de respirar ni evitar que parte del oxígeno nos oxide el enfoque más inteligente es estimular la presencia de antioxidantes en el organismo que sean capaces de neutralizar la acción de los radicales libres y detener el desarrollo de esos entornos proinflamatorios en el que crecen las enfermedades crónicas.
Los antioxidantes provienen de muchas fuentes. Algunos se producen de forma natural en el cuerpo, y otros, están en los alimentos que consumimos o en los suplementos. Los antioxidantes —naturales o sintéticos— también se pueden agregar a los alimentos que normalmente no los contienen, ya sea con el fin de elevar su valor para la salud, o para preservar la comida, pues los antioxidantes también previenen la oxidación en los alimentos.
Una dieta saludable es la forma más efectiva de obtener los antioxidantes que el cuerpo necesita. Las frutas y verduras de temporada, los vegetales de hoja verde, las legumbres, la proteína vegetal y algunos frutos secos como las nueces son todas fuentes útiles de antioxidantes.
SHA Wellness Clinic cuenta con expertos que le ayudarán a diseñar una dieta antioxidante y antiinflamatoria acorde a sus necesidades, pues a veces el marketing exagera las propiedades antioxidantes de los llamados ‘superalimentos’ y conviene estar bien asesorado de manera personalizada. Además, cuenta con tratamientos avanzados para contrarrestar el estrés oxidativo, como la terapia Advanced Cell Regeneration, la ozonoterapia, la sueroterapia Antioxidant, entre otras tecnologías innovadoras.
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